Empresas promotoras, fabricantes y países despliegan sus estrategias para ganar en un mercado a punto de explotar.
En Europa todos señalan al Mar del Norte, cuna de los primeros parques eólicos marinos.
En España aún tendremos que esperar debido a causas técnicas y económicas, aunque los primeros parques y proyectos no tardaremos en verlos (Proyecto ZÈFIR).
La pionera Dinamarca, Alemania, Holanda y los países nórdicos no se quedan atrás y preparan sus propios planes de incentivo para que estas instalaciones les ayuden a cumplir el 20% del consumo que han de cubrir con energías renovables en 2020, según se ha comprometido la Unión Europea. «En líneas generales, esta energía ha pasado su fase de experimentación y ya está en condiciones de ofrecer soluciones tecnológicas para dar el salto a la fase comercial», afirma José Luis Blanco, responsable de Gamesa Offshore.
Una tarta que se va a ir haciendo enorme.
Las previsiones de la EWEA implican que, frente a los 577 MW instalados en 2009, este año se construirán 1.000 MW nuevos, un 75% más. Este crecimiento exponencial implicará que se instalen entre 40.000 MW y 55.000 MW para 2020 y 150.000 MW en 2030, según la EWEA.
De momento, como se ha avanzado, la voz cantante la llevan los países del norte de Europa. Tienen unas condiciones perfectas. Son países industriales, con compromisos de consumo de energías renovables a medio plazo y su capacidad de instalar energía eólica terrestre es limitada, por saturación del mercado, por escasez de lugares con un buen recurso de viento u oposición vecinal.
Por otro lado, tienen una plataforma continental ancha, con profundidades inferiores a los 50 metros hasta los 100 kilómetros de distancia de la costa. El recurso en alta mar es mejor «de hasta el doble que en tierra», afirma Alberto Ceña, director técnico de la Asociación Empresarial Eólica (AEE). El más ambicioso es Reino Unido, al que análisis como el del banco de inversión Nomura señalan como el país que más potencia offshore acaparará en 2020.
«En el resto del mundo, la situación es muy distinta. Aún hay muchas áreas para instalar en tierra y no hay necesidad de marina (-como ha pasado en España-). En general, la offshore tiene un coste de generación mucho más alto y su instalación responde a otros retos más ambiciosos», explica Álvaro Martínez Palacios, responsable en España de la dirección de negocio offshore de Iberdrola Renovables. El directivo señala, sin embargo, que ya se están moviendo iniciativas en EE UU y China.
En alta mar, hay el doble de viento pero la inversión necesaria también es mayor. «En un parque eólico en tierra, el 70% del coste es la turbina y el resto, las infraestructuras. En el mar, esto cambia dramáticamente y las conexiones se convierten en lo más caro y lo más difícil. La operación de una planta offshore se parece al mantenimiento de una plataforma petrolífera. Al final, es dos veces y media más caro que una instalación terrestre«, explica Blanco. Las cuentas de la patronal europea estiman que la inversión se incrementará desde los 900 millones de euros anuales en 2008 a los 8.800 millones al año para 2020, que se duplicarán en 2030, hasta los 16.500 millones anuales de gasto.
Sólo los más grandes
Esta oferta es muy tentadora pero muy difícil de abarcar, y más aún en tiempos de crisis. «Las grandes eléctricas como RWE, Iberdrola, Centrica o Eon son las que dominaron las adjudicaciones en el concurso británico», recuerda Nomura.
Por ejemplo, Iberdrola Renovables, que se adjudicó en el concurso británico en el sureste de la costa británica del Mar del Norte, unos 7.200 MW en consorcio con Vattenfall, esta cifra es similar a la de todo el parque nuclear español, equivale al 7,7% de la capacidad total instalada en España en todas las tecnologías y casi duplica la potencia eólica de Iberdrola en España. Tendrá que hacer frente a una inversión estimada de entre 9.400 y 10.500 millones de euros para llevar adelante el proyecto, según las estimaciones de JB Capital Markets, Oppenheim y Société Générale. Estos números pueden acobardar a cualquier empresa mediana que quiera tener un puesto en este mercado, si no cuenta con un colchón financiero amplio.
España necesita tiempo, investigación, redes y regulación para llegar a su objetivo
El ministerio de Industria lo tiene claro: «el desarrollo de tecnologías innovadoras de energías renovables, como la eólica marina, es una apuesta del Gobierno español y así se refleja en el proyecto de Ley de Economía Sostenible».
En el último mix energético propuesto por el Gobierno para 2020 la energía eólica marina tiene un objetivo de 5.000 megavatios (MW) instalados para ese año.
En abril del año pasado, el ministerio publicó el Estudio Estratégico Ambiental del litoral español, conocido como el mapa eólico marino (imagen).
En él, se detallan las zonas aptas para la instalación de estos parques. Sin embargo, no es suficiente. El propio ministerio explica que aún «se deben resolver incertidumbres, no sólo en materia procedimental, sino también a nivel técnico y de viabilidad económica de este tipo de proyectos».
Alberto Ceña, director técnico de la AEE, explica que «las condiciones específicas de España implican que esta energía tenga aquí un desarrollo a medio plazo». Ceña detalla que se necesita seguir investigando en tecnologías flotantes u otros sistemas que permitan superar los problemas de la plataforma continental española. La profundidad de la costa se incrementa enseguida y eso dificulta y encarece los parques.
Además, existe otro problema: las necesidades de evacuación a la red de la energía eléctrica producida. «No hay planificación en REE de construcción de las infraestructuras necesarias para estas instalaciones«, afirma Ceña. El director, que confía en que las previsiones gubernamentales se cumplirán, no es ajeno a que la crisis también afecta. «Son unos proyectos que necesitan inversiones grandísimas y unas primas muy altas. Cuestan el doble que en tierra y no está la situación boyante», dice.
Tanto Raúl Manzanas, de Acciona, como Álvaro Martínez Palacios, de Iberdrola Renovables, asumen que en España crecerán cuando se lleve a escala comercial la tecnología flotante para los aerogeneradores. Ambas compañías trabajan en proyectos de I+D a nivel europeo para reducir costes en la eólica marina. Manzanas señala que con la tecnología y la regulación actual, «el volumen de potencia que se puede instalar es muy pequeño y en estas instalaciones, se necesita mucha potencia para generar economías de escala». Manzanas reclama señales más claras de apoyo a esta energía.
El Proyecto ZEFIR
Dentro de proyectos de investigación en tecnología flotante, encontramos el proyecto ZEFIR.
El Institut de Recerca en Energía de Cataluña (IREC) ha sido el encargado de promover este innovador proyecto que hará que Cataluña se convierta en la región que lidere la energía eólica marina de nuestro país. Si bien la inversión total del proyecto se calcula que rondará los 143 millones de euros
se plantea a partir de dos fases.
– La primera fase consistirá en la instalación de un máximo de 4 aerogeneradores y entre 10 y 20 MW de potencia, que estarán anclados en el fondo del mar a una distancia de unos 3,5 kilómetros de la costa. En esta primera fase, el proceso de tramitación compete al gobierno de la Generalitat de Cataluña. Actualmente se están realizando los estudios medioambientales, previos a la tramitación, en la zona de aguas interiores, en la línea recta definida entre los vértices del Delta del Ebro y el cabo de Salou.
– La segunda fase, que supondrá la instalación de un máximo de ocho aerogeneradores flotantes con una potencia máxima instalada de 50 MW, se ubicará aproximadamente a unos 20 kilómetros de la costa. En este caso, el proceso de tramitación es competencia del gobierno del Estado.
Se estima que la primera fase de ZEFIR podría tener aerogeneradores en funcionamiento en el año 2012.
Fuentes: la Razón , CincoDías , Mityc-IDAE , Proyecto ZEFIR , IREC